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Marzo 11, 2016
Buenos alimentos para un futuro mejor



Por Joan, Josep y Jordi Roca, maestros cocineros y Embajadores de Buena Voluntad del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

 

En El Celler de Can Roca sabemos bien del potencial que tiene la comida como motor para el desarrollo sostenible y el crecimiento económico inclusivo. Las giras gastronómicas que hemos realizado en los últimos años por América Latina, Norteamérica, Europa, Medio Oriente, Asia y África nos han permitido intercambiar experiencias, conocer distintas tradiciones culinarias y explorar los nuevos aromas y sabores. Pero también, acercarnos a la problemática del hambre y la malnutrición en comunidades locales menos favorecidas, donde millones de personas no tienen voz en la elección de sus alimentos. Como cocineros, sentimos el deber y la responsabilidad de poner nuestro conocimiento al servicio de esta causa. Consideramos que es el momento de pasar a la acción.

En los albores de la nueva era de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, afrontamos con ilusión y gran responsabilidad la oportunidad que se nos brinda como Embajadores de Buena Voluntad del PNUD. Nuestra labor a partir de hoy será apoyar al Fondo de Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Fondo ODS) desde el campo que mejor conocemos: la promoción de la seguridad alimentaria y la nutrición, haciendo especial hincapié en el abastecimiento local de alimentos.

Según la FAO, y pese a los grandes avances logrados desde los años 2000 y 2015, el número de personas que aún padece hambre en el mundo es de 800 millones. Es decir, una persona de cada nueve en el planeta. Además, en las regiones en desarrollo, la prevalencia de la subalimentación aún afecta al 12,9% de la población. Erradicar totalmente el hambre del mundo para 2030 requerirá una media de 267.000 millones de dólares al año en inversiones en zonas rurales y urbanas y en protección social.

Con los años de experiencia y viaje nos hemos dado cuenta de que la forma en que las personas vivimos la comida, cómo cocinamos los alimentos y cómo mantenemos las tradiciones culinarias, tiene consecuencias directas en áreas fundamentales de la vida. Lo que comemos afecta a nuestra salud, afecta a nuestra economía y afecta a nuestro planeta. Como decía el famoso escritor gerundense Josep Pla: "somos lo que comemos".

Lamentablemente, no hay una receta maestra para combatir el hambre y la desnutrición. Dada la naturaleza compleja de este problema, son muchos temas los que se interrelacionan, algunos de los cuales derivan de la pobreza y la falta de empoderamiento. También subyacen cuestiones de género; discriminación contra los grupos étnicos; el uso, derechos y propiedad de la tierra; la guerra; pandemias como el SIDA o cuestiones ambientales relacionadas con el cambio climático.

A pesar de la aparente abundancia de alimentos, nos encontramos en un momento de pérdida. 1.300 millones de toneladas, un tercio, de los alimentos producidos en el mundo para consumo humano se pierden o desperdician. Los datos de la FAO nos muestran que con los alimentos que actualmente se pierden en África se podría alimentar a 300 millones de personas. Existen técnicas tradicionales de conservación de comida (accesibles, económicas y simples) que pueden reducir sustancialmente el desperdicio de alimentos. También nos preocupa la pérdida de biodiversidad alimentaria en el mundo. En el mundo hay alrededor de250.000 variedades de plantas disponibles para la agricultura, pero solo un 3% de las mismas están en uso a día de hoy. El abandono de cultivos autóctonos y el olvido de tradiciones culinarias generan pobreza y exclusión.

Nuestra apuesta es que la alimentación y, muy especialmente, la agricultura, pasen a ser parte central de las estrategias y programas nacionales contra el hambre y la desnutrición. No en vano, tres cuartas partes de las personas pobres y con inseguridad alimentaria en el mundo, incluyendo niños y ancianos, dependen de la agricultura y los recursos naturales para su subsistencia. Otra característica importante es que el 80% de los alimentos son producidos por pequeñas granjas y explotaciones agrícolas familiares. Por lo tanto, apoyar a los campesinos familiares es fundamental para garantizar la producción de alimentos, al desarrollo de sus comunidades, a la calidad de vida de los habitantes y a la economía local.

El Fondo ODS trabaja ya en varios programas que abordan la cuestión alimentaria desde varios frentes, y que pronto esperamos tener la oportunidad de visitar. Por ejemplo, en Colombia, están contribuyendo a generar empleo, nutrición, medios de vida y, sobre todo, paz en Cauca —una de las zonas más afectadas por el conflicto armado en el país—, a través de la producción agrícola sostenible de cultivos indígenas y su comercialización internacional. De igual manera, en Perú, el Fondo ODS está ayuda a desarrollar la producción y el comercio de la quinoa y otros granos andinos. Así, se espera que el aumento de la demanda en el mercado internacional pueda revertir en mejoras económicas y sociales de los productores actualmente vulnerables.

El trabajo comienza ahora. Ayudaremos a promocionar mercados locales, con alimentos variados y nutritivos, que cubran las necesidades de abasto de la comunidad y sean una fuente de empleos dignos. Animaremos a los productores locales a sumarse este diálogo e involucrarse en las actividades contra el hambre y la desnutrición, aprendiendo a la vez de sus tradiciones alimentarias. Contribuiremos a crear conocimiento para minimizar la generación de desechos, a mejorar las técnicas de preparación, conservación y utilización de los alimentos. Y, también, fomentaremos la creación de centros de formación donde los jóvenes encuentren, a través de la cocina, alternativas de vida y fuentes de ingresos sostenibles para sus familias.

El mandato de los ODS es claro. No podemos dejar a nadie sin acceso a la comida: a comida sana, nutritiva y que contribuya a crear prosperidad. Tenemos que construir una cadena alimentaria ambientalmente sostenible, socialmente justa y económicamente inclusiva que garantice el acceso a la alimentación para todas las personas. Queda un largo e ilusionante camino por recorrer. Nuestro compromiso, y a la vez nuestro gran desafío, será hacer de la experiencia culinaria de la familia Roca un puente entre culturas y un vehículo de inclusión social.

 

Este artículo fue publicado originalmente en Planeta Futuro (El País), el 11 de marzo de 2016