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Julio 31, 2016
Pongamos de moda la agricultura otra vez



Arancha González, directora ejecutiva del Centro de Comercio Internacional (ITC)

Gobiernos de todo el mundo trabajan en soluciones de crecimiento económico y la creación de empleo. Las economías africanas no son una excepción, con un reconocimiento cada vez mayor de que dicho crecimiento debe construirse sobre estructuras económicas diversificadas, a fin de hacer una contribución duradera al desarrollo. Porque, aunque África ha resistido la caída de los precios de los productos mejor de lo previsto, la inestabilidad de la dependencia de productos básicos sigue siendo una realidad.

En su búsqueda de crecimiento y diversificación, las economías africanas deben considerar redirigir su enfoque de industrialización hacia uno más amplio centrado en la agregación de valor en agricultura, manufactura y servicios. No existe una receta universal para la creación de valor añadido. Vale la pena analizar si la ruta post-1950 para el desarrollo -reubicar gente y recursos de trabajos de subsistencia y baja productividad, especialmente de la agricultura, hacia actividades más productivas en fábricas y, en última instancia, servicios- sigue siendo hoy la mejor aproximación al trabajo y la creación de riqueza.

Esto no quiere decir que los gobiernos africanos deben renunciar a la manufacturación y el comercio. De hecho, a medida que China mejora su cadena de valor, existe mucho potencial para atraer a la industria ligera de mano de obra intensiva, como ya ocurre en países como Etiopía y Madagascar. Lo que sí significa es que los gobiernos africanos, países socios y compañías multinacionales deberían hacer más para fomentar la inversión, no sólo en la industria manufacturera orientada a la exportación, sino también en servicios, innovación y procesamiento de productos agrícolas. Esto implica invertir en el "marco comercial": desde la mejora de políticas e infraestructuras físicas a la reducción de los costes de producción y de comercio, el fomento de mejores relaciones comerciales con compradores regionales e internacionales, y asegurar la disponibilidad inmediata de financiación para las pequeñas y medianas empresas (pymes).


La agricultura merece una atención especial, ya que supone alrededor del 60% de la población activa en África -más del 70% en países como Liberia y Guinea-. Y emplea a la inmensa mayoría de las mujeres, especialmente en sectores como el café y el té. Muchos pequeños agricultores africanos no participaron de las ganancias de la "revolución verde", impulsada con el uso de semillas y técnicas modernas, sistemas de riego y un mayor uso de fertilizantes, en Asia y América Latina en la década de 1960. En el África subsahariana, el riego apenas alcanza a una pequeña parte de la tierra cultivable, y la amplia variedad de cultivos de primera necesidad -desde el teff en Etiopía, a la yuca, el ñame, el mijo y maíz en otros lugares- repercute en que la innovación en las cepas sea una tarea mayor que en Asia, donde dominan el trigo y el arroz.

Se están haciendo esfuerzos para cerrar las brechas de rendimiento en la agricultura africana mediante la superación de las limitaciones de riego y otros insumos agrícolas, como las semillas de bajo rendimiento, el almacenamiento inadecuado, la débil resistencia al cambio climático, y el acceso limitado a mercados locales -por no hablar de internacionales- competitivos. Los resultados iniciales son prometedores. El éxito podría ser transformador: con la mitad de las terrenos productivos del mundo aún por cultivar y recursos hídricos renovables relativamente poco utilizados, África debería estar en el centro de la alimentación de los 2,5 millones más de bocas -muchas de ellas de África- que la población mundial proyecta sumar para el año 2050.

Sin embargo, una mayor productividad también significará que harán falta muchas menos mujeres y hombres para labrar la tierra en sí. Y la gente probablemente no será capaz de dejar la granja por un puesto de trabajo de fabricación de baja cualificación en la ciudad, como podrían haber hecho hace medio siglo en España y Corea. El riesgo es que mucha gente va a terminar languideciendo en trabajos informales y de baja productividad del sector servicios.

El objetivo, por tanto, debe ser transformar la agricultura de subsistencia de hoy en el procesamiento agrícola de mañana. Producción agrícola, transformación y actividades relacionadas como la imagen coporativa, la mercadotecnia y la logística pueden convertirse en impulsores alternativos de la cadena de valor y la creación de empleos decentes.

Si bien los aranceles y subsidios de los países desarrollados han desalentado durante años la inversión y la adición de valor en la agricultura africana, el panorama ha cambiado significativamente. Las reformas comerciales y oportunidades que ofrece el auge Sur-Sur y el comercio regional se han abierto nuevas vías. No existe ya ninguna razón intrínseca por la que los países africanos deban importar, en lugar de exportar, alimentos básicos como el arroz o productos de mayor valor como el pollo congelado, el aceite de cocina, o los fideos instantáneos.

No obstante, para que las industrias basadas en la agricultura efectúen un "impulso económico transformador",  deben superarse ciertos desafíos en cada estapa de la cadena de valor. Los agricultores necesitarán mucho mejor acceso a la financiación, la electricidad, la tecnología y los sistemas de riego. La agroindustria tendrá que expandirse tanto "hacia abajo", es decir, en procesamiento, como en actividades "hacia arriba" relacionadas con los insumos. Normas en salud, seguridad y sostenibilidad -tanto públicas como privadas- también deberán ponerse en práctica. Y algo muy importante, los pequeños agricultores y las pymes, en lugar de vender exclusivamente en comunidades locales de bajos ingresos, tendrán que conectar con las cadenas de valor más productivas a nivel regional e internacional. Nada de esto es sencillo, y las limitaciones en la agroindustria varían de un cultivo o área a otro.

Pero la recompensa merece el esfuerzo.

En Uganda, por ejemplo, el Centro de Comercio Internacional ha conectado a productores de café con comerciantes y tostadores interesados en determinadas características de sabor. Los contratos a largo plazo y el intercambio de conocimientos resultantes se han traducido en una mejora de la productividad y la calidad, y en un aumento sustancial de los precios al productor. Consejeros en finanzas asistieron a asociaciones de agricultores a aumentar su capital de trabajo mediante la compra del café de los miembros y su venta a gran escala, permitiendo a los agricultores obtener mejores precios que negociando sobre base individual. Este enfoque -abordar los elementos débiles en la cadena de valor y cultivar las relaciones con los compradores extranjeros- ha fomentado un mayor procesamiento y mayores ingresos en el sector de ñame de Ghana, la industria del coco del Caribe y los agricultores de yuca en Fiji.

La demanda creciente y sostenida de los consumidores en África ha confirmado que el último gurú de la gestión C. K. Prahalad tenía razón hace una década, cuando apremió a las compañías multinacionales a buscar la fortuna "en el fondo de la pirámide". El desafío ahora consistirá en aprovechar plenamente las energías empresariales de la parte inferior de la pirámide como productores.

En África, la agroindustria debe destacarse más en el proceso de transformación estructural. El experto en ciencia y tecnología de Harvard Calestous Juma ha argumentado que la agricultura es más intensiva en conocimiento de la manufacturación, y ofrece grandes oportunidades para el aprendizaje tecnológico. Hay razones sólidas para creer este aprendizaje podría extenderse a otros sectores.

La conferencia de la UNCTAD XIV en Nairobi este mes ofrece una valiosa oportunidad para que los gobiernos nacionales, los inversores, y la comunidad internacional reflexionen acerca de cómo desarrollar la cadena de valor agroindustrial sostenible en África. Es hora de "poner de moda" la agricultura para de que hizo la agricultura para las nuevas generaciones, haciéndola más beneficiosa.

  

Este artículo fue publicado originalmente por Arancha González en Huffington Post, el 18 de julio de 2016. Léalo aquí.